Escucha para ver

De cómo hacer sonar la huelga

Mauricio Barría rescató del olvido Irredentos, de Antonio Acevedo Hernández, y la llevó a radioteatro en 2013. Hoy vuelve a revivir en SONORA.media.

Francisco Godinez Galay

La relación entre teatro y radio es fundacional del medio radiofónico. Cuando se logró transmitir sonidos a grandes distancias y a amplio público, lo primero con lo que se experimentó fue con trasladar la experiencia teatral a ese nuevo medio. Las posibilidades de esta relación fueron enormes. Desde teatro transmitido por radio, pasando por adaptaciones de textos teatrales y, por supuesto, obras dramáticas escritas específicamente para el nuevo medio.

Es sabido que, hasta la llegada de la televisión, la ficción radiofónica -aquella que se independizó de las tablas, pero que nunca renunció a ellas- fue el centro de atención mediático. Sin embargo, cuando la televisión apareció, se llevó a los actores, actrices y directores, y el radioteatro o la radionovela decreció, pero nunca desapareció. Ahora, con el auge del podcast, esta posibilidad narrativa se revitalizó.

Irredentos es una serie de tres episodios que, desde la actualidad y con toda la modernidad estética y tecnológica, es capaz de recuperar aquella tradición del radiodrama con aroma y gusto.

La premisa clásica de adaptar a sonidos obras escritas para teatros y, así, darles una sobrevida, resulta hoy innovadora. Esto, porque la innovación también es revisar los géneros y formatos de siempre, y ponerlos allí donde resulten disruptivos. En tiempos de radio cargada de velocidad, de teatro moderno lleno de gritos y de podcast de ciencia ficción, escuchar una obra teatral de 1918 es revolucionario.

Los sonidos elegidos no dejan duda de que se trata de una producción moderna. Mauricio Barría y su equipo hacen una adaptación de la obra de Antonio Acevedo Hernández en la que el texto y la forma de decirlo nos traslada a una sala de teatro, mientras que algunos guiños sonoros -esas voces reverberadas para enfatizar la tensa musicalización de algunos pasajes, esos sonidos separadores ubicados sutilmente, esos susurros y respiraciones imposibles en el teatro- nos recuerdan nuestra realidad transmedia y convergente. ¿Dónde estábamos?, ¿en el teatro, en una emisora de 1950, en un disco compacto o en una plataforma de podcast?, ¿acaso importa? Las narrativas sonoras son resistentes a todo.

Además de tener un montaje y un tratamiento sonoro de excelencia, la dirección es efectiva: ¿Hace falta recordar lo difícil que es actuar para el oído cuando se ha dejado de lado la escuela actoral radiofónica?

La obra es una apasionante historia de lucha obrera ocurrida en el puerto de Valparaíso. Se trata de un hecho que recupera las convulsiones chilenas de comienzos del siglo XX, pero las lleva a diálogos de personas individuales que piensan, aman y odian, que suenan. Ya no solo son masas reclamando y oscuros personajes inaccesibles decidiendo a escondidas cómo explotar. Al contrario, nos muestra a personas negociando, decidiendo, presionando y poniendo su subjetividad en cada gesto.

En otras palabras, es una serie acerca de cómo las clases trabajadoras logran acceder a la alcurnia que decide sobre sus vidas; de cómo la explotación es producto de decisiones de algunas pocas personas en ciertos momentos; y de cómo la épica y el fracaso están a un centímetro de distancia.

Así, Irredentos se convierte en una historia sobre la huelga y el miedo. De un lado, el miedo a la huelga, y del otro, el miedo a morir de hambre. Pese a esto, demuestra que los grandes procesos se componen, también, de los detalles que lo cambian todo. Algunos de ellos son capaces de sonar.

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